¿Ustedes sabían que existe una región en el mundo llamada ‘Micronesia‘?
Pues sí, queda entre Oceanía y el Sudeste Asiático.
La Micronesia, es OBVIO, está llena de petisos. De hecho, solo hay petisos ahí.
Los petisos somos gente malvada. No me voy a extender mucho en esto. Piensen en el primer petiso que conozcan, verán que es una persona ruin. No es culpa nuestra ni está en nuestros genes. Los petisos somos malos para sobrevivir.
Me explico: en la niñez, cuando todo se define desde el cuerpo, los petisos perdimos antes de empezar. Si quiero el juguete de Fulanito, no puedo ir y quitárselo. Si Menganito me sacó el mío, tampoco puedo reclamarlo por la fuerza. Solo tengo una opción: convencerlos de que hagan lo que yo quiero. Esta actividad nos envilece desde pequeños.
Los petisos aprendemos a tener la mente ágil y la lengua filosa. Los petisos somos calculadores y fríos. El petiso maquiavélico es el reverso del grandote boludo.
Y aunque la vida pueda recompensarnos con la presidencia de Francia y el amor de Carla Bruni, los petisos siempre hubiéramos querido no ser petisos, no correr ese riesgo casi permanente al que nos somete la chiquitez.
Bueno, en la Micronesia las cosas no son así.
Como son todos petisos, no hay petisos en la Micronesia. La Micronesia es el reducto del mundo en donde habita el petiso bueno. Los petisos de la Micronesia son amables, carecen de cinismo y segundas intenciones.
Cada tanto, voy a la Micronesia a reconciliarme con la humanidad. Paseo por sus playas, buceo y converso con petisos buenos que me reciben cálidamente.
Antes de irme, siempre les cocino este pastel de carne, un plato de mi tierra, en versión mini.
¿Por qué? Se supone que para homenajearlos, pero en verdad es para caerles bien. Yo no nací en la Micronesia y los petisos maléficos necesitamos de la confianza y aceptación de los demás para, llegado el caso, poder desplegar sin sospechas toda nuestra maldad.
Para el puré:
Para el relleno:
1. Picar la cebolla, el morrón y el ajo. Sofreír en un poco de aceite hasta que la cebolla esté transparente.
2. Agregar la carne y cocer a fuego medio. Deshacerla con la cuchara mientras se cuece, hasta que quede bien separada. Salpimentar y sacar del fuego cuando esté cocida.
3. Agregar al relleno el huevo duro picado y las aceitunas, también picadas. Las pasas también, si es que le ponés. Dejar enfriar mientras hacemos el puré.
4. El puré: hervir las papas hasta que estén cocidas. Colar y aplastar en caliente. Una vez aplastadas, salpimentar y agregar 1 cda. de manteca y el chorro de leche. Debe quedar un puré firme. Enfriar en la heladera.
5. En moldes pequeños (yo usé moldes de cupcakes de silicona), poner un poco de puré, aplastándolo. Agregar una buena cucharada de relleno y terminar con puré. Llevar los moldes a la heladera un rato, esto facilitará que se desmolden.
6. Desmoldar en una fuente para horno, uno al lado del otro. Colocar el queso rallado seco por encima, para que queden crocantes.
7. Llevar al horno (o mejor, al gratinador) hasta que estén dorados por encima.
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El petiso maquiavélico es el reverso del grandote boludo - gran frase Paulina, me gustó la receta para poner el pastel arriba de una Rex.
Hola :)